El mar anda empeñado, en Gran Canaria, en que todos nos subamos a una tabla. Al menos una vez en la vida. Al menos probar. El océano entero parece haberse conjurado para que cada vez más gente se sume en la isla a la práctica del surf. Y a la práctica del bodyboard. Y del windsurf. Y ahora en los últimos años, al kitesurf.
Y por eso, por culpa de esta conjura océanica, no dejan de llegar buenas olas a Gran Canaria. Día tras día. Buenas olas, de tamaño medio, para los novatos. En playas donde es fácil y requetefácil empezar a aprender. Y también buenas y grandes olas para los surferos más veteranos. Olas escondidas en lugares apartados, porque a los muy buenos les gusta surfear así. A solas y sin dar conversación.
Y además, anda el mar empeñado en enviarnos los mejores vientos de este hemisferio y parte del otro. Para que los windsurfistas de Vargas y Pozo Izquierdo no paren de correr de aquí para allá, con la extraña manía de volar sobre el agua que te entra en las playas del sureste grancanario.