La inmensidad sobrecogedora de un cielo plagado de estrellas y la belleza nocturna del paisaje volcánico crean para ti un entorno mágico.
Con tu telescopio y tu mapa celeste empiezas a identificar las constelaciones, los planetas, los satélites… y tienes la sensación de que no paran de multiplicarse.
Pasan las horas y sigues igual, disfrutando abstraído de lo que te apasiona, hasta que ves una estrella fugaz. Piensas rápidamente un deseo, pero no se te ocurre nada.
Ya no hay otro lugar en el mundo en el que quieras estar.